Una tradición llamada Señor de los Milagros
La procesión del Señor de los Milagros es una tradición en expansión
Quien no ha visto o asistido a la procesión del Señor de los Milagros algunas vez en su vida, en Octubre hasta los más incrédulos y ateos confesos se rinden a la tradición religiosa y popular del Cristo Moreno.
Es imposible imaginar el mes de Octubre sin la procesión del Cristo de Pachacamilla, los hábitos morados y el fervor religioso. Y que según Maria Rostwrowski, todo ello simboliza el sincretismo entre la cultura andina, la hispana y la africana.
Desde 1651 (año en el que fue pintado la imagen del Cristo crucificado), todos se han rendido ante la sagrada imagen, ricos y pobres, limeños de estirpe y migrantes de cono, todos juntos; algunos afirman que allí reside el verdadero milagro. Las procesiones del Señor de los Milagros atraen a tantos fieles, que el cálculo más acertado afirma que bordea el millón y medio de personas. Y los peruanos residentes en el extranjero no han podido olvidar esta bella tradición y han organizados sus propias hermandades y procesiones en países tan lejanos como Estados Unidos, Canadá, México, Panamá, Colombia, Venezuela, Ecuador, Brasil, Bolivia, Chile, Argentina, Paraguay, Suiza, Italia, Bélgica, España, Suecia, Japón, Alemania, Francia, Rumania, Egipto y Australia.
En tiempos de tecnología y cibernética, es fácil ver como los peruanos en el mundo celebran el mes morado, pero no es lo mismo ver la procesión por una pantalla que vivirla. Personalmente me gusta ir a la procesión de noche, pues creo es donde se vive con más intensidad el fervor religioso, porque la noche es cómplice de esa intimidad que las personas buscan para alzar sus plegarias, sus rezos y sus promesas.
Pero por supuesto, después de seguir las andas del Señor por varias horas, la noche también invita a comer esos potajes únicos en el mundo como los famosos anticuchos, el turrón de doña pepa y los picarones, para después partir a casa hasta el próximo año.